Me recuerdo a mi mismo, parado frente a una iglesia en 1988, no mucho tiempo después de que había convertido mi vida hacia Jesús. Miré la estatua de María fuera de la iglesia y no pensé en la estatua propiamente sino en lo que representaba. No la estaba adorando; sino que sólo pensé en la Madre de Jesús. Todo lo que sabía de ella era que lo que había visto en las escenas de la natividad cuando era jovencito y algún chiste raro sobre "una virgen teniendo un niño".
En mi vida había tenido muchas experiencias negativas con las mujeres. Había sido herido emocionalmente por algunas mujeres y me sentía herido. Incluso había cortado de plano las relaciones con mi propia madre. Nunca pensé que podría querer o amar a ninguna mujer nuevamente. Fue entonces cuando me pasó esto con María, que era la Madre mi Señor y Salvador (a quien yo me había consagrado un mes atrás).
Rápidamente me enamoré de ella. Ni siquiera sabía que el frente de la iglesia en que me había parado era una parroquia católica. No conocía las diferencias entre católicos y protestantes y no sabía que para un buen número de cristianos pensar, hablar y enseñar de este sentimiento respecto de María era blasfemo. Solamente sabía lo que mi corazón me indicaba.
Inmediatamente busqué unirme a alguna iglesia. Busqué en muchas denominaciones. Recorrí docenas de iglesias y me sentí desconcertado al ver que muchas de esas iglesias ni siquiera mencionaban a María. Les quería contar mi secreto pero era muy tímido en aquel tiempo y no hablaba ni hacía preguntas. No conocía la dinámica interdenominacional respecto de María.
De modo que me volví a aquella iglesia en que estaba la estatua. Es la parroquia a la que hoy pertenezco. Si hubiera sido de una denominación cristiana diferente probablemente me hubiera unido también. A mí solamente me encantaba el hecho de que honraran a la mujer más hermosa, la que me ayudó a sanar mi relación con las mujeres y con mi madre. ¿Si tú o yo podemos hacer milagros en el nombre de Jesús por qué no ella? (Mt. 10,1). Ella me demostró que podía amar de nuevo a las mujeres, empezando por ella.
Una vez en la iglesia me ocurrió otro milagro. Yo sabía algo de la Biblia pero nada acerca de los ángeles o la religión. Había allí una pintura de María alzando al Niño Jesús con un ángel a cada lado, llamada "Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" que fuera pintada en los primeros siglos del cristianismo.
Mientras estaba sentado en silencio, le pregunté a María quiénes eran esos dos ángeles de la pintura. Escuché claramente una voz de mujer en mi cabeza que con toda ternura decía: "San Miguel y San Gabriel". Seis meses después encontré en esa iglesia un folleto explicando la pintura. Si la miras de cerca, hay un escrito en griego sobre cada ángel que traducidos significan: "Miguel" y "Gabriel" ¡Yo no leo griego! Esto para mí fue la confirmación, a través de ese milagro, de que yo estaba en el lugar correcto.
Alguien podría decir: "fue el demonio atontándote". De cualquier manera, veamos el resultado de esta experiencia. "Por los frutos se conocerán"(Mat 12,33). El fruto de este árbol es que fui conducido a profundizar mi relación personal con Jesucristo, Hijo del Dios viviente, el hijo de María. "Nadie puede decir "Jesús es el Señor sino por medio del Espíritu Santo"(I Cor 12,3)
Algunos de mis amigos evangélicos me dijeron que los íconos son ídolos. Gracias a Dios nunca lo hicieron antes de haberme ocurrido este milagro. Parece que Dios no estaba tan preocupado de que yo estuviera mirando un ícono. De hecho, Él decidió que me ocurriera un milagro mientras miraba un ícono. Gracias Dios por tus antigüedades católicas. Gracias Dios por darnos a María como madre. Gracias Dios por los milagros que obras a través de ella.
Debemos recordar que los apóstoles Pedro y Pablo hacían milagros en el nombre de Jesús. Incluso los pastores modernos lo hacen, milagros en el nombre de Jesús. Los católicos creemos que María también puede hacer lo mismo.
Y hubo otro milagro que Jesús hizo en mí por medio de María. Yo sufrí de un terrible desorden alimentario -anorexia/bulimia- por varios años. Un día le dije a María: "María, tú alimentaste a tu bebé Jesús durante todos esos años, apuesto a que podrías alimentarme". Este fue un momento decisivo en mi recuperación y desde entonces jamás he vuelto a sufrir esos desórdenes. Continúo en peso normal desde hace 12 años. Creo que ella hizo el milagro del mismo modo que los primeros cristianos curaban a la gente en el nombre de Jesús.
Una invitación -ora a Jesús acerca de María-
Espero no haber causado animosidades con este artículo. Solamente, deseo ayudar a construir un puente entre católicos y protestantes. No creo que evitar a María ayude en esta empresa de construir un puente. No puedo ver este punto fuera de discusión, al menos en mi propia vida como en la de millones de cristianos que vivimos en el espíritu de Cristo y hemos sido enriquecidos por la relación con María. El tiempo dedicado a María no nos separa de Jesús tal y como no nos separa de Jesús el tiempo que dediquemos a otros cristianos.
Quisera concluir con una invitación que podría ser muy difícil y tal vez imposible para algunos. Quisiera pedirte que olvides todo lo que has oído acerca de María, todo lo que leíste acerca de ella incluyendo lo que he dicho aquí.
Quiero invitarte a que ores a Jesús. La mayoría de los cristianos aceptarán que totalmente seguro orar Jesús acerca de lo que fuera. Quiero invitarte a que ores a Jesús acerca de María. Simplemente pide a Jesús qie te muestre la verdad acerca de su madre. Pídele que dirija tus pensamientos sobre ella. Pregunta a Jesús si su madre está viva con Él. Pregúntale si María está orando por nosotros. Simplemente ora a Jesús respecto de ella. Inténtalo cada noche durante seis semanas. Estoy seguro que Él te conducirá a la verdad acerca de su madre.
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